Antes de entrar al tema del día de la Canción Criolla, debemos interpretar primero el significado del término ‘criollo’, para de esa manera tener una mejor comprensión del asunto. La palabra criollo nace cargada de prejuicios. Es adoptada del portugués ‘crioulo’ que significaba ‘esclavo que nace en casa de su señor’ o ‘negro nacido en las colonias’. Después pasó a significar ‘blanco nacido en las colonias’ y posteriormente se llamaba así a los descendientes de españoles nacidos en América que alentaban sentimientos de nacionalidad propia y se extendió a los mestizos, zambos y mulatos.
Es con los criollos que nace el sentimiento de patria, pues por la lejanía les eran extrañas las cosas de España y sintieron apego por su tierra y por las costumbres desarrolladas en ella, de allí las iniciativas separatistas que culminaron con la independencia de nuestros países. En consecuencia, el ‘criollismo’ en el Perú es una derivación del término original, que involucra usos y costumbres, comida, música, cantos y bailes de origen principalmente costeño y limeño en especial.
Según Sebastián Salazar Bondy, ilustre escritor, en nuestro país el criollismo es aún más. Es también ‘viveza criolla’, una cierta mezcla de falta de escrúpulos y de cinismo, es el político que cambia de bando según le convenga, el bodeguero que engaña al pesar mercadería con su balanza, el alumno que copia, en fin, según este concepto todo el que obtiene algo que está prohibido o que utiliza argucias y a veces hasta la vía ilícita para obtener lo que quiere. Según este concepto de ‘viveza criolla’, los ‘vivos’ merecen ser perdonados por su picardía y los otros, los que proceden de acuerdo a su conciencia y a las normas, son unos tontos.
Por supuesto esto es un gran error, como lo demuestran las consecuencias de esa conducta. Más bien, el criollismo debe ser sinónimo de bonhomía fraterna, confiada entrega, ayuda sin condiciones y lealtad a toda prueba, como se expresa en ese término popular cuando llamamos ‘hermano’ a personas con las que no tenemos un vínculo familiar o parentesco, pero les brindamos nuestra amistad. Dentro de este contexto, en lo que se refiere a la música, la marinera, la polka, el festejo y por sobre todo el vals peruano, componen el cuadro definitivo de la música criolla en el Perú. Algunos dicen que el vals criollo se deriva del vals vienés y que su corte pícaro, se debe al temperamento de nuestra clase popular que lo acogió y lo trasladó de los salones que frecuentaba la alta sociedad, al callejón y a los patios de piso de tierra apisonada y desigual que obligaba a bailarlo picadito y con pasitos cortos. Otros intentan hallar las raíces del vals peruano en el mestizaje popular, como una genuina creación del pueblo que nada tiene que ver con el vals vienés, sino más bien con la conjunción de la jota aragonesa, la mazurca, la habanera y el tanguillo que son los que le dan ese sabor tan especial.
Sea de una u otra forma, la historia nos dice que es realmente a principios del siglo XX que empiezan a aparecer los pioneros de la canción criolla. Esta etapa hasta el año 1920, se denominó la ‘guardia vieja’ al conjunto de personas vinculadas a la música criolla y de ella heredamos valses muy hermosos como ‘Luis Pardo’, Ídolo’, ‘China hereje’ y ‘La palizada’, entre otros.
Mención aparte merece Doña Rosa Mercedes Ayarza de Morales, auténtica pionera de nuestra música peruana. Entre 1920 y 1940, se desarrolla una etapa de gran importancia con el aporte de Felipe Pinglo, Pedro Espinel, Alcides Carreño y otros grandes músicos y compositores, que hicieron que en esos años se difundiera y alcanzara su perfecta definición. Pinglo nos dejó un extenso y hermoso repertorio, con composiciones como El plebeyo, Mendicidad, El huerto de mi amada, Bouquet, La oración del labriego, Claro de Luna y tantas otras que han marcado nuestra identidad peruana.
Después de 1940, aparece una multitud de compositores que se elevan como los más altos representantes del cancionero criollo, motivados por la obra extraordinaria de Felipe Pinglo.
Así debemos mencionar a Laureano Martínez, Pablo Casas, Manuel Covarrubias, Nicolás Wetzel, Serafina Quinteras, Amparo Baluarte, Filomeno Ormeño, Lucho de la Cuba, Felipe Coronel Rueda, Eduardo Márquez Talledo y muchos más que contribuyeron al desarrollo de nuestra música popular.
De la década del 50 en adelante, se destacan grandes compositores como Mario Cavagnaro, Augusto Polo Campos, César Miró, Manuel Acosta Ojeda, Luis Abelardo Núñez, Juan Mosto, Félix Pasache, Pedro Pacheco y José Escajadillo. Entre las mujeres destacan Leonor García, Alicia Maguiña y principalmente Chabuca Granda, una mujer muy culta y particularmente enamorada de todo lo limeño, su tradición, paisajes y personajes. Chabuca Granda compone La Flor de la Canela, vals que en 1954 se hace popular en la interpretación del famoso trío Los Chamas.
Luego siguieron una serie de composiciones de gran calidad, que junto con su autora se internacionalizaron, llevando nuestra música hasta lejanas tierras. Este es sólo un recuento a vuelo de pájaro de nuestra música y sobre nuestro vals criollo en particular, que nos permite llegar a la creación del ‘Día de la Canción Criolla’.
Fue el Dr. Manuel Prado Ugarteche, Presidente de la República del Perú, quien el 18 de octubre de 1944 por Resolución Suprema declaró el 31 de octubre como Día de La Canción Criolla, con el objetivo de tener un día dedicado a la exaltación de ‘los aires costeños’.
Debemos destacar que esto se logró por la iniciativa de Juan Manuel Carrera, prestigioso profesional gráfico que trabajaba en el diario El Comercio y en ese entonces era presidente del centro musical Carlos A. Saco. Se escogió el 31 de octubre por ser quincena y tener un feriado al día siguiente, para poder descansar de las celebraciones de la noche y luego el 1° de noviembre día de Todos los Santos, realizar una romería de recuerdo ante la tumba de los compositores fallecidos.
En la actualidad, nuestra música criolla y especialmente el vals, viene luchando por resurgir después de haber sido dejado de lado debido a la invasión de la música extranjera juvenil y por la falta de difusión y apoyo de las autoridades y de las instituciones pertinentes.
Felizmente que merced a iniciativas privadas, así como por el sentir popular, nuestra música criolla se mantiene viva y se constituye en parte esencial de la identidad nacional. Debemos finalmente hacer una invocación para que este ejemplo se transmita a todas las instituciones educativas, sociales y culturales y a los medios de comunicación, para llevar nuestra música peruana al sitial que se merece.
Luis Hugo Pazos Reumert
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