El Tyrannosaurio Rex tenía un olfato sumamente desarrollado, lo que le permitía sentir a sus presas desde muy lejos, una razón suplementaria para que siga siendo considerado como el rey de los dinosaurios, indica un estudio publicado en París.
Los bulbos olfativos -la parte del cerebro asociada al sentido del olfato- eran más voluminosos en el T-Rex que en los otros dinosaurios, en relación a su talla, señalan los investigadores dirigidos por Darla Zelenitsky, de la Universidad de Calgary, en Alberta (Canadá).
Los autores del estudio, publicado en el British Journal Proceedings of the Royal Society, llegaron a esta conclusión estudiando en los huesos fósiles de cráneos de T-Rex las escotaduras de esos bulbos.
Cualquier resto de cerebro de dinosaurio, un animal que vivió en el cretáceo, hace 65 millones de años, ha desaparecido, por lo que los investigadores deben referirse al lugar y al espacio que ocupaba el cerebro en el cráneo para poder analizarlo.
Investigaciones anteriores habían ya mostrado que el T-Rex veía mejor que el águila y corría más rápido que el hombre.
"Los pájaros y los mamíferos actuales que dependen en mucho de su olfato para hallar carne, tienen bulbos olfativos importantes", subraya Zelenitsky en un comunicado.
Estos mismos animales tienen tendencia a cazar sus presas de noche y a recorrer grandes superficies, agrega.
En cambio, observando los cráneos de pájaros primitivos, los científicos ha concluido que, contrariamente a las teorías en general admitidas, el olfato no era menos importante que la vista entre los ancestros de los pájaros.
Así, el Archaeopteryx, por ejemplo, que comenzó a volar en la época del jurásico (hace 150 millones de años), tenía un sentido del olfato comparable al de los "dinosaurios carnívoros, además de una vista muy aguda", precisan.
Los pájaros han perdido poco a poco el olfato, pero este sentido ha declinado sin duda mucho más tarde de lo que se pensaba hasta ahora, señalan los autores del estudio.
AFP
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